La madurez no es un estado civil
La presentadora de TV nos habla que ser madre o esposa no es el único modo de independizarse de la figura paterna
¿Cerca de los 40? Lo más seguro es que tu familia y amigos ya te hayan hecho preguntas, dado consejos o algún dato que tal vez aún ‘no se te ocurrió’. ‘¿Qué esperas para casarte?’. ‘¿Y tú para cuándo vas a ser mamá?’. ‘¡Apúrate!’. ‘¡Por lo menos congela tus óvulos!’. Parece que una mujer soltera y sin hijos se convierte rápidamente en una preocupación para los que la rodean. Pero, ¿acaso creen que esa mujer no le da suficiente pensamiento a su propia vida? Lo haya elegido o no, ella sabe perfectamente lo que está viviendo. Por supuesto que ya pensó en los pros y contras. Y sabe también que algunas cosas están en sus manos y que otras no. Así que ahorrémosle las preguntas incómodas, las miraditas condescendientes, las estadísticas sobre los riesgos de vivir sin compañía y los informes sobre el descenso de la fertilidad femenina después de cierta edad.
Puede ser que cada cumpleaños suyo, cada matrimonio de una amiga o babyshower, se sienta como un recordatorio de que el tiempo pasa y la soledad se avecina como un bicho horrible. Sin embargo, lo más difícil es tener que lidiar con las angustias, desatinos e impertinencias de ciertos familiares y amigos, que a veces deslizan opiniones o preguntas incómodas cuya respuesta no les incumbe.
Llama la atención el papel que juegan algunos padres, madres o tías, durante esta etapa de la vida de sus hijas. A veces es el tono de voz, o la forma en que se refieren a ellas. Como si sintieran que la falta de marido y de hijos significara haber fallado. ¡Qué absurdo! ¿Acaso casarse es siempre un logro? ¿Y embarazarse? Es cierto que muchos matrimonios son para quitarse el sombrero, es verdad, pero no todos. Y además casarse no es la única forma de realización personal. También lo es la vida de muchas mujeres solas que logran aceptar con sabiduría que quizás las cosas no resultaron como hubieran querido, o la vida de las que han elegido la libertad de la soledad. Su independencia.
Quizás el estatus de una mujer sola nos parezca una historia incompleta. Deseamos que su vida tenga un final de cuento de hadas donde la princesa encuentre un príncipe con el que viva feliz para siempre. Si se sale del molde nos asusta. Pero, ¿hay un solo modo de ser feliz? ¿Por qué nos cuesta pensar que no todas tenemos que vivir el mismo formato? ¿El matrimonio es la única forma de estar rodeada de amor?
Una mujer de más de 30 sin pareja ni hijos tiene la libertad de hacer lo que quiera con su tiempo, con su dinero y disfruta de su autonomía plenamente. Además, puede desarrollar otros vínculos importantes. No serán consanguíneos, pero no por eso menos profundos.
Quien no se ha casado ni tenido hijos sus razones y su historia tendrá. Y ya verá ella si quiere quedarse sola, si quiere tener pareja, hijos, fertilización in vitro o adoptar. No sabemos. Lo que sí es seguro es que son adultas y que la autonomía de una mujer sola es señal de fortaleza. Ser madre no es la condición para dejar de ser niña y ser esposa no es el único modo de independizarse de la autoridad de los padres. Hay una instancia a la que llegamos sin esposo ni hijos: la adultez. Quizás seamos una generación de transición. Quizás aún no sabemos cómo ubicar a una mujer adulta que no es mamá ni esposa de nadie. Pero esa mujer merece un reconocimiento a su independencia pues ser adulto no es cuestión de un estado civil, sino de madurez.
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