El síndrome de burnout es uno de esos males contemporáneos que, aunque nos guste pensar que es un problema exclusivo del primer mundo, acaba poco a poco con nuestra salud mental. El estrés ocasionado por nuestro empleo es uno de los peores que se puede padecer dada la cantidad de tiempo que pasamos en nuestro trabajo y por el significativo papel que, en teoría, este debería jugar en nuestras vidas. Pero resulta incluso peor para las mujeres, que no sólo tienen que enfrentarse a un entorno más hostil sino que, además, encuentran más dificultades para compaginar su vida profesionalcon la personal.
Una de las razones es lo que se ha dado en llamar “síndrome del triunfador”, y que en lugar de satisfacer a aquellos que han conseguido el éxito, frustra a millones de jóvenes que pensaban que ellos serían los elegidos, y bien se dan demasiado tarde de bruces con la realidad o bien se ven obligados a realizar muchos sacrificios a cambio de nada. Es lo queexplicaba el profesor de Yale William Deresiewicz en Borregos excelentes: la mala educación de la élite americana y el camino a una vida plena (Free Press), cuando señalaba que los jóvenes universitarios no habían experimentado “nada que no fuese el éxito”, y que ello ocasionaba la aparición de sentimientos de miedo, inseguridad, angustia y timidez.
Las mujeres se sienten cansadas antes de volverse cínicas
Las mujeres lo tienen aún peor, como recuerda en Psychology Today Paula Davis-Laack, que expone de qué manera evoluciona el burnoutentre las mujeres. Al fin y al cabo, el epítome de los grandes discursos sobre el éxito femenino de los últimos años ha sido Sheryl Sandberg, directora operativa de Yahoo! que en su exitoso Vayamos adelante (Conecta) señala que el principal obstáculo entre las mujeres y el éxito eran ellas mismas, las verdaderas culpables de ponerse límites.
El ciclo de frustración de la mujer en el trabajo
A partir de dicha lógica culpabilizadora, no es extraño que las niñas, ya desde su adolescencia, sientan que si quieren llegar lejos no les basta con imitar a los chicos, sino que deben dar lo mejor de sí mismas y un poco más. La competición es dura, recuerda Davis-Laack, que explica cómo el estrés se encuentra ya presente en la infancia femenina. La psicóloga coincide con el análisis de Deresiewicz cuando señalaba que, para los jóvenes, el fracaso ya no es una opción, lo que tiene dos consecuencias negativas.
Las etapas vitales de la mujer se suceden a mayor velocidad
Por una parte, la aversión al riesgo que manifiestan gran parte de los jóvenes contemporáneos, y que le conduce a evitar todos los retos, y por otra parte, el burnout a una edad temprana, un problema psicológico que solía manifestarse a una edad más avanzada. Sin embargo, el proceso que siguen hombres y mujeres es muy distinto, debido a las diferentes etapas de la carrera que suelen caracterizar la evolución laboral femenina. La psicólogaBarbara White las dividió en los siguientes cuatro grupos: el desarrollo temprano, la transición de principios de los 30, el asentamiento a punto de cumplir los 40 años y el éxito y el mantenimiento de este.
Al llegar a la mediana edad, algunas mujeres se dan cuenta de que el esfuerzo no merece la pena. (Corbis)Al llegar a la mediana edad, algunas mujeres se dan cuenta de que el esfuerzo no merece la pena. (Corbis)
Estas fases son más aceleradas en el caso de las mujeres que en el de los hombres, explica la psicóloga, puesto que es más difícil para ellas encontrar un equilibrio entre la vida personal –especialmente en lo que atañe a las relaciones de largo plazo y a ser madres– y la profesional. Por eso muchas al llegar a la cuarentena se dan cuenta de que han dedicado demasiado tiempo a un trabajo que no les hace felices y han descuidado su vida personal hasta el punto que le resulta complicado ponerse al día.
Hay que olvidarse de mantras como 'tengo que llegar más lejos', 'las buenas madres hacen muchas cosas' o 'lo puedo hacer todo yo sola'
La diferencia sustancial entre el burnoutmasculino y el femenino se encuentra, para Davis-Laack, en las diferentes fases del proceso. Como puso de manifiesto una investigaciónpublicada en BMC Public Health, los hombres primeros experimentan cinismo, y más tarde,cansancio, lo que provoca que sigan trabajando hasta que alcanzan la inmovilizadora ineficacia. Sin embargo, las mujeres sienten primero el cansancio, seguido por el cinismo y la ineficacia: esta alteración de factores provoca que ellas se sientan desencantadas antes con el trabajo, y una buena explicación por la que elburnout femenino parece más extendido.
El consejo que propone la psicóloga para evitar esta situación es olvidar todas las nociones del éxito que nos han inculcado desde pequeños, tanto en el colegio como en la familia, y pensar que quizá Sandberg no es una superheroína, sino una mujer de carne y hueso que también cae rendida de vez en cuando. Ello incluye olvidarse de mantras como “tengo que llegar más lejos”, “las buenas madres hacen muchas cosas”, “lo puedo hacer todo yo sola”, “lo importante son los demás, luego me preocuparé por mí” o “no puedo parecer débil”. Maldiciones que las mujeres se imponen a sí mismas y que consiguen que se sientan cada vez más quemadas con ese trabajo hasta que, finalmente, lo abandonan decepcionadas y con la sensación de que, efectivamente, es un mundo de hombres.